Es la teoría del sujeto del deseo lo que, en principio, ordena un nuevo modo de entender la lógica en que se mueve la subjetividad del bebé. El Bebé se alimenta, habla, camina y juega como único resultado de la dialéctica del deseo que motoriza esas funciones -antes subjetivas que corporales-. Si la maquinaria de las funciones vitales (comer, defecar, ver, oir) se pone en movimiento sin el deseo, la muerte como sujeto del bebé, acarreará más tarde o más temprano los efectos de una enfermedad mental grave.
¿Qué quiere decir un bebé pensado desde la teoría del sujeto del deseo en psicoanálisis?
Para el psicoanálisis, el sujeto es el efecto de tener un cuerpo –distinto al organismo-; cuerpo en tanto construcción resultante de una historia libidinal enlazada al deseo del Otro primordial. El sujeto -distinto del Yo consciente- es efecto además del deseo inconsciente que gobierna nuestros actos. Efectos posibles de ser percibidos en la dialéctica temporal de la resignificación retroactiva de la subjetividad: ahora entiendo lo que habré sido, eso que he hecho y no sabía por qué, etc.
Esta dialéctica temporal del sujeto -de anticipación-retroacción- surge de las mismas condiciones de estructura por las que el sujeto llega a nacer: es por la anticipación de la ilusión materna que ve a “su bebé” allí donde hay un ser biológico, que el bebé puede alienarse necesariamente para luego poder llegar a ex-sistir separado de ella. Entre el tiempo de alienación de ser objeto de deseo del Otro y el tiempo de separarse haciéndose desear por el Otro, es donde el bebé puede llegar a ex─sistir teniendo su cuerpo. Un cuerpo que no refleja al organismo individual, sino al ser de un cuerpo deseante que se sostiene en la exterioridad real del objeto que porta otro cuerpo: la mirada y la palabra de la madre.
Es con Jacques Lacan y Donald Winnicott que aprendimos a valorar y descifrar el valor del espejo en la constitución de la subjetividad en tanto cuerpo. En el “papel de espejo de la mirada de la madre” (Winnicott, 1971, p. 147), adquiere el bebé el primer lugar donde sentir su cuerpo. En esa exterioridad que lo desea a través de su palabra que es también mirada, caricias y voz, el cuerpo del bebé puede empezar a ser verdaderamente vivido, es decir experimentado. En ese sentido, el Yo, como lugar psíquico, es solo una parte de la subjetividad y punto de llegada de un largo camino dialéctico de alienación-separación.
El cuerpo de este sujeto no está compuesto de órganos y tejidos, sino que está hecho de alucinación y fantasía. Es cuerpo sustentado por ese objeto transicional que Winnicott nos enseñó a localizar, que alimenta la capacidad creadora del bebé y luego la potencia simbolizante del niño; herramientas sujetivas que si han sido construidas, no lo abandonarán en su adultez para afrontar el largo viaje del encuentro con la vida.
Extracto de la antología Bebés y niño pequeños escrito por Laura Salinas, coordinadora de nuestra especialización en Primera Infancia.
Compiladores: Dr. David Szyniak y Lic. Laura Salinas
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